21 abril 2008

Aurrera!!!*

Gustav Klimt
A Elvira.

Se miró al espejo. La lana le picaba, pero el gorrito le quedaba bien. Le rejuvenecía llevar la cabeza cubierta por un gorro color verde. Sonrió, le hacía juego con sus ojos, que hoy tenían un pellizco de picardía adolescente. Había una fuerza en ellos que oscurecía sus pestañas. Brillaban sus pupilas, como ventanas cubiertas de lluvia. Hoy le daban el alta.

Una lágrima rodó por su mejilla, dibujando el contorno de la nariz, los labios, hasta arrojarse en la barbilla. Borró su trazo. No quería llorar, o sí, pero no de dolor, miedo o amargura. Quería llorar de alegría, de vida, de fuerza. Vaya, se le había corrido un poco el rímmel. Humedeció en agua un trozo de papel higiénico y corrigió el manchurrón negro que le había dejado la máscara de pestañas. Parpadeó. Cómo brillaban sus ojos. A ella misma le deslumbró la chispa que los incendiaba, eran pinceles manchados de verde sobre un lienzo nuevo. Gotas de manzanas salpicando el iris con un coraje y una determinación de estreno.

Se colocó de nuevo el gorro y se puso en pie. Había vuelto a llover, como el día en que ingresó. La lluvia y su tono monocorde la recibieron al abrir la ventana. La había abierto porque quería respirar la lluvia, sentir la humedad deslizándose por sus pulmones, agrandando el diafragma y refrescándola enteramente. Las gotas explosionaban en su mano extendida. Sintió sus cosquillas, el tibio golpeteo del agua resbalando por su piel. El frescor le dio energía, como cuando era niña y se saltaba las advertencias miedosas de su madre sacando la cabeza para empaparse con la lluvia temprana.

Y recordó el olor del campo recién barnizado, absorbiendo el agua como nutriente básico, elemental. El origen de la fuerza primera, del infante latido, de la vida plena. Se alegraba de que lloviera el mismo día que abandonaba el hospital. Para todos sería un engorro de paraguas, un lío de bolsos y desorientados pasos abriéndole el camino para que no resbalara, pero ella les miraría con paciencia, sonreiría confiada y les cogería la mano para no herirles. Pero no lo necesitaba.

Podía caminar sola, con firmeza y hacia adelante. Como el cartel que veía desde la ventana del hospital: Aurrera!!! Lo miraba a todas horas. Lo había adoptado como propio. Lo había hecho su lema. Cuando el doctor le explicaba las rutinas de la quimio, cuando el dolor se pegaba a las vendas, cuando atisbaba el desánimo en los ojos de los suyos, miraba de reojo al cartel y sellaba las compuertas por las que se escapaba la fuerza y se filtraba la angustia.

El gorro verde que ahora llevaba se lo había regalado su hija. Escogió el color porque el verde siempre le había traído suerte y le favorecía. Pensó en sus ojos, preparados para mirar hacia adelante. Y en su perfil de batalla, que no conocía la retirada. A veces se escondía en las esquinas para ver cómo se desenvolvía su madre cuando no se sentía observada. Y así fue cómo descubrió que parecía más viva cuando no la acosaban a preguntas o a miradas inquietas. Que cuando los fantasmas la rodeaban, se los sacudía hablando con todos, bromeando y así caían rendidos a su encanto. Todos, personal sanitario, enfermos, familiares de enfermos, incluso los señores del servicio de mantenimiento de las máquinas expendedoras de comida y bebida de las salas de espera. Su hija asistía a su verbo incontenible con estupefacción. Desde luego, esta mujer está hecha de otra pasta, decía entre risas.

Se acercó por detrás de su madre, dejó que cerrara la ventana y, con las manos todavía húmedas, lanzara un último guiño al cartel cómplice en la batalla. Aurrera!!!, murmuró bajito.

La hija sonrió ante el gesto, y le dijo que estaba muy guapa. Ya podemos irnos, mamá.

Era la hora de izar el puente y ver cómo caía al foso la desesperanza y el miedo. Cogió la mano de su hija y la apretó muy fuerte.

Vámonos, hija, dijo animosa. Que tenemos muchas cosas que hacer.



Adelante!

20 comentarios:

Avellaneda dijo...

Gracias, mil gracias, eternamente gracias por este relato, por hacer que me tatúe ese Aurrera en mi cabeza, por captar y saber que Elvira (mi madre a la que siempre necesito) luchará por todos, como siempre
En estos momentos no quierodecir más, no puedo decir más
Eskerrik asko lagun maitea han egoteagatik (Muchas gracias querida amiga por estar ahí)

julio-entuinterior dijo...

Ojalá que esa vida que se manifiesta hoy en su mirada,la disfruteis por mucho tiempo, Avellaneda

Un fuerte abrazo a las dos

mera dijo...

Muy tierno este, muy bien escritos todos.

ybris dijo...

Emocionante relato.
Y más si, como parece, es real.
Aurrera es la palabra.

Besos.

Anónimo dijo...

Hermoso, hermoso, hermoso..no tengo palabras para explicar la emoción que me ha producido tu relato, sobretodo comprobar una vez más lo sensible que eres a todo lo que te rodea ...y para nuestra Merche del alma ¡todos los Aurreras del mundo!
Un abrazo de oso querida mía :-))
Marcela

raindrop dijo...

Un fuerte abrazo a Merche y a Elvira.
Tamara: qué maravilloso gesto el tuyo... a veces hay temas que se atragantan más que otros, pero has tenido valor para cruzarte por medio del sufrimiento con un ilusionante AURRERA!!
Tu escrito no es sólo hermoso por su propósito. También contiene excelentes imágenes literarias, como ese olor del campo recién barnizado o el dolor pegado a las vendas.
Insuperable

besos

Tamara dijo...

Querida Merche,
Tu madre no necesita un Aurrera!, porque lo lleva en los genes, y saldrá adelante como siempre ha hecho, peleando con furia y manejando el timón con la energía con la que ha levantado esa familia. Me alegra mucho que no te parezca un tema ñoño ni te importe que lo haya escrito. Brotó de pronto, quizás de tus palabras intentando mantener la calma en una situación muy difícil, permaneciendo serena pero vulnerable...y siempre increíble.
Y brotó también desde mi admiración y cariño profundo a Elvira. ¡Porque una madre es una madre y media docena son seis! :-D
Un besazo de abuela y un abrazo de oso (se lo copié a Marcela). Estamos contigo, amiga.
AURRERA, LAGUN!! (me perdonas el atrevimiento en euskera)

Tamara dijo...

Julio,
No te quepa la menor duda, que doña Elvira es zamorana de nacimiento y vasca de adopción...¡¡y eso imprime carácter!! ;-)
Un abrazo fuerte para ti también.

Hola Mera,
Un placer conocerte y navegar por tu blog también.
Muchas gracias por tus palabras.
Un beso.

Ybris,
Aurrera es la palabra, desde luego. Para todo en la vida, ¿verdad? Y en este caso, a repetirlo como un mantra, a todas horas...
Gracias por volver por aquí.
Un beso.

Marcelita linda,
Sensibilidad compartida, ¿verdad? Que todos estamos pendientes...:-)
Y menudos pulmones tenemos, como para que no nos oiga Merche gritándole Aurrera, ¿eh?
Gracias por tu comentario, guapa.
¡Un abrazo de oso para ti también!

Raindrop,
Jo, muchísimas gracias por tus palabras. Siempre he creído que cuando más cuesta encontrar las palabras, es cuando más debemos buscarlas. Creo que alivian, reconfortan, abrigan, y más cuando se trata de alguien a quien quieres mucho, ¿no?
Y porque es que además creo en Elvira y en su inmensa fuerza.
Un besazo grande.

Carmen dijo...

Precioso relato. Estoy en el trabajo ahora y no he podido saborearlo bien, pero volveré sobre mis pasos a leerlo de nuevo.

Un beso

SOLOYO dijo...

El relato precioso, impresionantemente bien escrito, me fascinan tus descripciones y metáforas, pero al leer la intención del mismo... guau nena, eres la caña!
Merche mil besos, mil suertes, mil ánimos... Mil de todo que quieras o necesites ok?
MUAC a las dos.

EL INSTIGADOR dijo...

Que bonito. Has estado a punto de me cayera el lagrimón, no solo por la belleza del escrito sino por Merche y su madre que tan mal lo estarán pasando.

Un beso a cada una de las tres.

Avellaneda dijo...

Hola a todos, solo paso a saludar un ratejo y comprobar cuanta buena gente hay por ahí! :-)
Mil gracias por vuestros abrazos, ánimos, besos. Aquí seguimos a pie del cañón, Elvira sacando fuerza de donde sea y avanzando poquito a poco
Un beso a tod@s

Tamara dijo...

Muchas gracias, Carmen, vuelve cuantas veces quieras..¡aquí te espero!
Un besote.

Miles de gracias también a ti, Soloyo, a veces no encuentras palabras, pero el cariño ayuda mucho. Y sé que a Merche todos vuestros apoyos le hacen mucho bien.
Un besazo.

Instigador, que no se nos caiga ningún lagrimón más que de risa...:-D
Muchas gracias.
Un besote.

N&R dijo...

Me he encantado esta entrada.... precioso.

Sherezade

Tamara dijo...

Hola n&r,
Muchas gracias por vuestro comentario.
Vuestro blog me encanta y lo conocí, precisamente, gracias a Avellaneda, cuasi protagonista de este relato.
Un beso.

Miguel Molina dijo...

Enhorabuena: intenso relato. Las mejores de las suertes a su protagonista.

Por cierto, un placer que me enlazaras.

Besos

mera dijo...

AURRERA! ESCRIBE, MUJER...

Tamara dijo...

Muchas gracias, Miguel, me alegra que te hayas pasado por este rinconcito del mundo (incontable, jeje), y madrileño también.
Un beso.

Querido Mera...jajajaja...¡¡allá voy, pues!!
Gracias por tus ánimos.

AnaR dijo...

Me emocionó el relato.Y más tras leer la respuesta de Avellaneda.No diré Aurrera a mi paisana , no.Solamente que la experiencia, vivida en carne propia, me empuja a decirte : ¡¡Se puede!! ¡¡Se puede!!

Un abrazo a las dos

Tamara dijo...

Ana R, seguro que tu paisana recibe tu grito de ánimo y tu soplo de fuerza...y seguro que eso le reconforta y calma.
Un besazo y gracias por pasarte por aquí.