21 julio 2006

La flor despintada

“Ese gran despintarse
Del ala y de la flor:
La noche, la amenaza
Ya de una abolición,
Del color y de ti.
Me hace temblar:¿la nada?
¿Me quisiste una vez?
Y mientras tú te callas
Y es de noche, no sé
Si luz, amor existen.
Necesito el milagro
Insólito: otro día
Y tu voz, confirmándome
El prodigio de siempre”.
Pedro Salinas: “La noche es la gran duda”
Se montó en el tren, y se acomodó en su asiento. Le había tocado ventanilla. El andén era un constante fluir de personas, gentes corrientes que corrían nerviosas, con el equipaje arrastrándose a su paso, sonrientes algunos, lagrimeando los otros, pero todos con paso firme. Menos ella.
Se frotó la frente con saña, presionando fuerte las sienes para dejar escapar la imagen del rostro de Daniel en la última discusión. Era la primera vez que lo había visto llorar. Ella gritaba y gritaba de forma cada vez más atropellada, mientras él permanecía ausente, mudo, observando absorto el manso fluir de sus propias lágrimas.
Ella se oía a sí misma, sus gritos, ya inconexos, perdidos en una especie de atmósfera exterior, e intentaba con ellos ignorar el ahogo en aumento que el silencio y las lágrimas de él le producían.
“- Disculpe, señorita, ¿es esto suyo?”, le preguntó súbitamente un anciano, señalando una chaqueta de punto que yacía lánguida en el asiento de al lado.
Las palabras de disculpa brotaron forzadas al tiempo que recogía la chaqueta y contemplaba cómo el anciano se sentaba en el asiento contiguo.
Con gesto huraño, se zambulló en la ventana. No le hacía ni pizca de gracia tener compañero de viaje, y menos un viejo con permanente expresión risueña.
Los pinos corrían por los campos como drag-queens cimbreándose sobre zapatos de tacón, dejando un rastro difuminado en los dorados campos de Castilla. Cerró los ojos y comenzó a aflojar.
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- Buenos días, señorita, ¿sabe si sigue trabajando aquí Luz Divina del Valle?
- ¿Luz Divina del Valle? ¡¡Jesús, qué nombre más historiado!! Pues no señor, no me suena de nada... y mire que yo llevo trabajando aquí desde chica, sí señor. Mire usté, que aquí no es.
- ¿No vive aquí el doctor Rodrigo de Vallehermoso Cienfuegos?
- ¿El Doctor Vallehermoso? Sí, señor, pero es el nieto, don Rubén, el que vive aquí. El doctor Rodrigo ya murió, que Dios lo tenga en su gloria, que estamos hablando de hace más de 20 años, a lo menos. Fíjese que me creo que murió antes que Franco, inclusive... pero oiga, está usté muy pálido, si parece un muerto, madre mía...
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