27 octubre 2007

Seguir su camino

El espejo mágico, de M.C. Escher

Marina entró en el metro precipitadamente. Tenía prisa, e intentaba esquivar el paso titubeante de la masa. Al llegar al andén se tropezó con alguien. La melena rizada, furiosa y abundante, se agitó sobre sus hombros. Las disculpas salieron como una letanía bien aprendida, monótona. Y siguió con su paso apresurado por el andén. Atrás quedaba yo, sorprendida por el atropello, ilesa pese a todo, sin palabras por haberme tropezado con mi antigua amiga.

Me quedé encajada en la baldosa que lo había presenciado todo. Al fondo del andén, quieta ya en la meta, espectadora ansiosa de un tren que estaba a punto de llegar, Marina se giró y me miró. Allí seguía yo. Era mi brazo el mismo que tantas veces enlazó para buscar refugio. Era mi voz la que tantas veces quebró en una carcajada con su ingenio. Era yo la que durante tanto tiempo fue su amiga.

En sus ojos se dibujó una duda, un parpadeo en el que brotaba la certeza del reconocimiento. Cuando llegó, al mismo paso que el tren se deslizaba por la estación, surgió la intención de ocultarse. El disimulo, la interpretación. No sé quién eres, no te conozco. No soy quien crees, no me persigas.

Apreté el paso y logré entrar, casi por los pelos, en su mismo vagón. Entre brazos temblorosos a la búsqueda de un asidero, cuerpos descolocados apretujando carnes para no quedarse fuera, me quedé bloqueada. La busqué de puntillas y la vi apoyada en una puerta. Su perfil bizantino me trajo a la Marina de siempre. La que soñaba en voz alta, con palabras que nunca existieron pero que enriquecían y mejoraban las historias. La que buscaba los matices, pero vivía en los extremos. La que reía tanto, que agotaba todas las gargantas, la que destacaba entre todos con su brillante inteligencia.

Descubrí en su gesto un asomo de pesadez, algo así como los años que se nos caen encima, pero en los ojos yo había identificado a la misma muchacha que se nubló y escapó un buen día, después de tantos pasos juntas, tantas luchas compartidas, justo cuando empezaban las decisiones. La vi salir del metro cuando llegó a su parada. No se giró a buscarme. Su larga melena se agitaba segura de guiar sus pasos. Su gesto era decidido, como quien ha recorrido un largo camino borrando aguas turbias. Me alegró verla bien.

Dani leía concentrado unos apuntes. Ocupaba un extremo de la mesa con la catarata de folios, libros y esquemas que necesitaba para seguir estudiando. La biblioteca estaba casi vacía a esa hora. Levantó la vista, se frotó los ojos. Había dormido poco, parecía cansado. Decidió buscar aquel libro que le habían recomendado para estirar un poco las piernas. Los dos ordenadores de búsquedas estaban ocupados, pero decidió esperar.

Uno quedó libre de repente. En la pantalla todavía permanecía la búsqueda del lector anterior. Memorial del convento, de José Saramago. Le sorprendieron los recuerdos. Una vez tuvo una amiga que adoraba a Saramago. "Perdona, creo que me he dejado el boli", escuchó. La presencia de alguien le nubló los recuerdos. "¿Cómo dices?", preguntó mientras veía a una chica coger el bolígrafo que había olvidado junto al teclado. No hubo más palabras. La chica se alejó, y Dani la siguió con la mirada hasta que ella torció por la primera estantería. Esa chica era yo. Era yo la que se alejaba, perpleja por no haberle visto antes, incómoda por no saludarle, temblando al reconocer al viejo amigo.

Dani no borró la búsqueda anterior. Un pellizco de añoranza le obligó a apuntar la signatura del libro, a dirigirse a su sitio para cogerlo prestado. Mientras caminaba hacia la estantería, los sueños de un adolescente que tiembla de miedo comenzaron a asaltarle. Fueron sus miedos los que le alejaron de todos tiempo atrás, su lucha interna por aceptar sus deseos, compartir su secreto, terminar las mentiras. Se enamoró de un hombre y borró su pasado. Atrás me dejó sin su risa, sin la complicidad de los primeros amigos, el rastro de promesas, sueños y desvelos compartidos. Sin poder abrazarle y apoyarle. Sin decirle que no tenía que temer nada más.

Al llegar a la estantería, buscó el libro. Estaba ante sus ojos, esperándole. Al tocarlo se acordó. Yo le miraba escondida entre las baldas de otra estantería. Le miraba recuperar el recuerdo, abrir la puerta a la nostalgia. Su pelo escaseaba por los mismos sitios, pero sus rasgos estaban más cincelados, más firmes. El rostro que veía a escondidas era el de alguien que se había encontrado. Me alegró verle bien.

Tres desconocidos. Ya. Después de todo. Eso somos los tres. Lo que tuvimos se quedó guardado en la tibieza de los primeros amigos. Nuestro paso fue parejo mientras navegamos océanos y aprendíamos a explorarlos. Cuando alcanzamos la orilla, cada uno se enredó en su arena.

Hay amigos que no pueden estar contigo mucho tiempo. Tienen que seguir su camino.

11 comentarios:

Anónimo dijo...

La vida se abre paso y te hace conocer a nuevas personas, perder a otras y afianzarte con las que sabes que siempre estarán ahí. Es una pena que grandes amigos se pierdan en la borajine de la vida..pero yo creo que la misma huella que ellos te dejan a ti, tu les deja a ellos. Los buenos momentos vividos en la adolescencia y el cariño mutuo perduran para siempre.. aunque queramos borralos. Besos y T Q ++

Anónimo dijo...

ups.. quería decir vorágine.. sorry Tamara

Avellaneda dijo...

Todo tipo de relaciones tienen sus tiempos y sus formas y la amistad no se libra Tamara.
Hay gente que pasa y se queda, otra que pasa y se va, hay amigos que aunque se quedan cambian o quizá cambias tú pero es "ley de vida" (parece qeu tengo 80 años....)
Pero lo bueno es que en la vida al igual que hay viejos amigos que desaparecen los hay que aparecen, y son maravillosos :o)

Hasta luego amiga, esperemos que sigas prestándome libros, que no nos encontremos sorpresivamente en una biblioteca! :-)
Bss

Anónimo dijo...

Me ha gustado muuucho, Tam, es una gozada leerte, de veras. Mis ojos se han humedecido...
Besos.

Stupor Mundi dijo...

Que deliciosa historia, que maravilloso cuadro de nuestro adorado Escher y que bonito nombre, el de mi querida madre, Marina.
Que fácil escribes, que fácil llegas, que cantidad de cosas dejas indicadas, apenas un esbozo y te llegas hasta lo hondo.
Estoy de acuerdo en casi todo, cuanto amor he derrochado en mis amigos, de los que ahora nada sé, cuantos momentos de magia me dieron, aún conservo el regusto de esas sombras en mi vida, todas ellas han huído, dejando lugar a otras nuevas.
Eso debe ser la vida, una marea que viene y va, que no nos lamentamos por lo inevitable...

Sursum corda dijo...

Guapis ,

Hace más de un año que no se nada de ti y hoy , precisamente hoy ,después de navegar por la memoria de mi ordenador recupero el mensaje que me mandaste con la dirección de tu blog ...
Tengo que confesar que se me han escapado un par de lágrimas ( bueno 3 pares ... ) al leerte... Luego se han compensado con el error ortográfico de Enrique ( jejeje qué salado que eres ... encanto !!!)

Desde el paradisíaco mundo que me rodea , desde este mi destierro voluntario sigo echando mucho de menos amigos como vosotros .

Ya no te dejaré escapar tanto tiempo ... Se os quiere bichitos !!

Gracias por tus relatos .

Besos desde el mar , besos desde Begur.

ADNc

Unknown dijo...

No me atrevo mucho a escribir.
Parece que el tema de la amistad es del mes de noviembre. Me ha gustado mucho.
La amistad es importante, pero solamente notamos su ausencia cuando se ha tenido.
Gracias por ser mi amiga.

julio-entuinterior dijo...

Me tengo por un mal lector, pero me ha gustado el relato. Y la pintura que lo encabeza, presiosa.

Te he visto en Avellaneda y me he dicho: ¡voy a ver!

Encantado de leerte, un saludo

Tamara dijo...

Muchas gracias a todos los grandes amigos, algunos nuevos, otros venidos de tan lejos, por vuestros comentarios. Me han emocionado mucho vuestras palabras. La amistad es una gran luchadora. Se mantiene milagrosamente en pie pese a los tumbos de la vida, las ausencias, las mil batallas, los requiebros de la vida y las esquinas por donde nos abandonamos. Nos sostiene tantas veces, nos empuja, abofetea y reconforta tantas otras, que abarca mucho de lo que somos o seremos.
Muchas gracias por ser mis amigos, por leerme, aguantarme y quererme, pese a todo.
Os quiero.

SOLOYO dijo...

Una pasada de relato! Precioso, escalofriante... Hay una canción de Ismael Serrano de cuya letra te dejo el link porque es la leche.
Se llama Recuerdo, si puedes escúchala.
Te dejo aquí de todas formas las mejores frases:

"Camino del trabajo, en el metro,
aburrido vigilo las caras de los viajeros, compañeros en la rutina y en los bostezos.
Y en el asiento de enfrente,
un rostro de repente,
claro ilumina el vagón.
[...]
Debo decirte algo antes de que te bajes de este sucio vagón y quede muerto, mirarte a los ojos, y tal vez recordarte, que antes de rendirnos fuimos eternos.
Me levanto decidido y me acerco a ti, y algo en mi pecho se tensa, se rompe.
"¿Cómo estás? Cuánto tiempo, ¿te acuerdas de mí?"
Y una sonrisa tímida responde:
"Perdone, pero creo que se ha equivocado".


http://www.ismaelserrano.com/canciones/letras/recuerdo.htm

Gracias por visitarme y con ello traerme hasta aquí.

Tamara dijo...

¡¡Muchas gracias por tus palabras y tu consejo, Soloyo!!
He entrado en el enlace y la letra de Ismael Serrano me ha estremecido. La escucharé y viniendo de él, seguro que cantada me gustará más aún.
Ay, lo que da sí el metro, qué universo tan completo y complejo, ¿eh? ;-D
Un beso y vuelve cuando quieras.