27 diciembre 2007

La risa de un niño

La sagrada familia y santa Ana, El Greco


El hijo de José y de María nació como todos los hijos de los hombres, sucio de la sangre de su madre, viscoso de sus mucosidades y sufriendo en silencio. Lloró porque lo hicieron llorar y llorará siempre por ese solo y único motivo.
El evangelio según Jesucristo, José Saramago.



Nació con pulmones fuertes. Su primer contacto con el mundo fue un grito rebelde en medio de la noche. El sonido se amplificó y extendió rebotando en sus oídos recién afinados. Escuchó su llanto antes de darse cuenta de que era suyo.

Sintió el frío de un aire que le rodeó de pronto. Una mano firme, de gruesos dedos, le cortó el cordón umbilical. Fin de la seguridad, del cobijo caliente, del alimento constante. Comenzaba la lucha, la indefensión, la sorpresa.

Reconoció el olor de su madre cuando otras manos le rodearon y cubrieron con telas. Llegó de nuevo el sosiego, se sintió protegido, a salvo. Un arrullo le terminó de calmar el llanto. Las lágrimas le picaban en la cara, pero los dedos suaves de su madre secaron su rastro.

En seguida notó la cercanía de una piel oscura y tensada, que le incitó a abrir la boca y comenzar a chupar. Le sorprendió gratamente su contacto suave, resbaladizo, que costaba dominar. Al principio, no obtuvo nada, pero en cuanto empezó a dominar la técnica y manejar los músculos de su boca, una corriente de sabor le inundó. El alimento le calmó y volvió dóciles los nervios. Colores no aprendidos estallaron detrás de sus párpados mientras la voz de su madre le anunciaba luces nuevas, cielos abiertos que invitaban a explorarlos, árboles de ramas fuertes donde aprender a trepar, montañas torcidas en las que comenzar a soñar.

La madre miraba embobada al bebé. Aún sangraba un poco, pero no sentía dolor alguno. Las mujeres que la habían ayudado en el parto, habían acondicionado un poco el interior de la tienda. Arreglaron las mantas viejas y sucias sobre las que había nacido su niño, y le secaron la frente. Una le dio un traje para el pequeño. Le venía algo grande, pero le cubría todo el cuerpo. Otra le tomó la mano y recitó un salmo de bendición y buenos deseos. La más anciana le dio consejos para que la leche le bajara más deprisa. También la miró fijamente, clavando en sus pupilas los surcos de una piel horadada de caminos, amaneceres, lamentos, campos minados y tierras fértiles. Su voz sonaba milenaria. Arrastraba tantas palabras calladas, silenciadas, postergadas, que no parecía mover los labios al hablar.

Leyó en los ojos de la madre el miedo, la culebra retorciéndose en los párpados oscuros. El miedo a perder a su hijo, el pavor de ser encontrada y deportada. Había superado lo peor. El cayuco desbordado de agua en alta mar. Los gemidos de la gente deshidratada. La oscuridad abalanzándose sobre sus cuerpos ateridos de frío. El silencio impuesto para no ser descubiertos.

En ese momento, recordaba haber apretado fuerte la mano de su marido. Su fuerza le dio fe. Abrió tenuemente los ojos y los clavó en las estrellas. Los brazos de él la rodearon y la acompañaron parando en cada estrella, en cada brillo, como promesa de un mundo nuevo. En silencio le señaló la más brillante. Sonrió. Parecía engordarse de luz cuanto más la miraban. "Es nuestro pequeño", le susurró.
La anciana colocó al niño entre unos paños a modo de cuna. El bebé dormía tranquilo. Después del primer llanto con el que se anunció al mundo, no había vuelto a derramar una lágrima.
Tan pequeño, y ya sabe que debe guardar silencio.

Salió fuera de la tienda y llamó al padre. Ahora sí puede pasar a verlos.
El padre entra tímidamente. Se siente descolocado. No sabe qué hacer, ni cómo mirar a la madre. Se muere de ganas de acercarse al niño y abrazar a la madre, pero un ligero temblor le recorre la sangre y no acierta a moverse.
La madre le sonríe y le tiende una mano. No puede reprimir una breve carcajada. Tan grande y tan desvalido. El padre responde a la carcajada con lo mismo, y eso ayuda a relajar los músculos. Se acerca poco a poco y estrecha su mano entre las suyas. Su fuerza le da fe.
El bebé reposa tranquilo, perdido en sus primeros sueños mundanos. Ajeno a las lágrimas que, redondas y brillantes, comienzan a rodar por la cara de su padre.

Más allá de la tienda, no tardarán en desmontar el campamento clandestino. Se formarán varios grupos que se dispersarán por diferentes caminos para despistar a la policía. Todos comienzan a prepararse recogiendo las pocas cosas que se trajeron consigo. Bolsas de basura donde guardan lo poco o nada que les cubre, donde no hay espacio para tanta esperanza.
Llevan tres días allí escondidos y algunos han hecho amistad. Todos celebran el nacimiento del pequeño como un buen augurio de futuro. Sólo la anciana y dos más son conscientes de que no podrán seguir sus pasos con la madre recién parida. Desde lo alto del monte en que se encuentran se distinguen luces del pueblo más cercano. Es Navidad, y los controles policiales estarán más relajados. Ellos confían en eso.

Se estrechan las manos, comparten bendiciones, algunos reparten besos. Los grupos se forman y comienzan a marchar. Les espera el sueño prometido. Burbuja centelleante de jabón, que se estirará hasta romperse en mil gotas, dejando una estela vacía.

Sólo una tienda queda en pie. Dentro hay una madre y un padre. Están acunando a su bebé.

La luna está llena y desbordante de luz. Las estrellas se precipitan en ella como afluentes sedientos. Es Navidad.
La risa de un niño rompe el silencio.
Nadie puede batir la risa de un niño.
Felices Fiestas

12 comentarios:

julio-entuinterior dijo...

¡Qué bonito, qué bonito! Me has transportado o a la vez que iba leyendo, me venía a la cabeza,la imagen que nos han enseñado del nacimiento de Jesús. Lo has situado muy bien

Un abrazo

Anónimo dijo...

Una historía muy apropiada para las fechas en las que nos encontramos. Que bueno.. que esto no nos haga olvidar cómo los orígenes del cristianismo se repiten hoy en día, más de 2000 años después,en la desgracia de la emigración forzosa para poder sobrevivir.
Besos y espero que el 2008 escribas más.. Te quiero

Stupor Mundi dijo...

Algún día quiero contarte como relatan el nacimiento de Mitra, que se ubica en el 24 de diciembre, fecha atacada luego por el cáncer cristiano.
Es curioso como tienene predilección las grandes relgiones por situar en la humildad más absoluta la llegada al mundo de sus grandes personajes, desde Moisés a Ahura Mazda, por no hablar de ese carpintero insignificante que tantos beneficios proporciona a los mercaderes actuales.
Creo que todo génesis debe ser motivo de alegría, el nacimiento de una vida, de una idea de lo que sea, nos renueva, nos asegura nuestro deseo de eternidad.
Tu nacimiento está muy bien narrado, y es eso, una mezcla de esperanza por la llegada de una nueva luz y de dramatismo porque llega a un mundo miserable, que se empeña en su vanidad y en celebrar con oropoles no se sabe muy bien el que, mientras tanta gente se muere de hambre.
Sabes que odio la Navidad por lo que tiene de falso, de mentira y sobre todo por lo que se empeña en hacerte sentir. Si ha servido para inspirar tu relato, atenua en algo su podredumbre. Aunque no creo que necesites de algo tan fatúo como la navidad para escribir algo bueno, lo demuestras a lo largo del año...

Tamara dijo...

Queridos Julio, Enrique y Miguel...muchas gracias por vuestros comentarios. ¡¡Feliz 2008!!
Miguel, Julio, espero que el nuevo año me deje leeros muchísimo y seguir aprendiendo tanto de vosotros.
Enrique, espero que el nuevo año pueda compartirlo tanto y tan bien contigo, compañero.
Muchos besos a todos.

SOLOYO dijo...

Muy bonito Tamara, te haces esperar pero olé.
Besos y feliz año.

Unknown dijo...

¡Precioso!. Has conseguido que vuelva a recordar el nacimiento de Alejandro y los sentimientos que tuve.
Aunque las circunstancias de tu relato no sean las mismas que las mías, sigo diciendo:
¡Es maravilloso ser madre!
Besos

Tamara dijo...

¡¡Feliz Año, Soloyo y Marisa!!

Soloyo: Ando pelín ocupada con otras historias, pero confío en un 2008 cubierto de paz y fuerza para escribir. Muchas gracias por tu comentario, que me da tanta energía para continuar haciéndolo. Muchos besazos.

Marisa: Tú sí que eres una madraza. Tan grande como buena persona. Me encanta recibir tus comentarios, que me leas y eso. Cuento contigo para seguir mejorando..¡¡y nunca te olvides de pedirme que me cuide, mi querida brujilla!! Muchos besos.

Avellaneda dijo...

Hola amiga!!
Ya he regresado a mi espacio y en eso ando, "espaciándome" y recuperandolo! Y en mi ronda veo que has escrito una historia que me ha conmovido...
Estas navidades he intentado impregnarme de este sentimiento que promulgais los que la amais, leo tu historia y no puedo dejar de pensar que el germen, el inicio, el sentido de estas fiestas es algo tan simple como un nacimiento, el nacimiento de una esperanza. Cada nacimiento habla de eso y en esas circunstancias que relatas mucho más,habla de la creencia que algunos tenemos de que OTRO MUNDO ES POSIBLE.
Ellos en esas pobres condiciones tienen esperanza... Si, Tamara, puedo decir que CREO en lo que la navidad significa (lo otro, el papel de regalo, pues bueno, es otra cosa)

Enhorabuena de nuevo por este redondo texto lleno de tanto significado y sensibilidad.

¡¡Nos vemos pronto!! ¡Cómo os he echado de menooooosssssss!!

Tamara dijo...

Mi muy querida y añorada amiga,
¡¡Ya llegó la Mercheeeeee!! ¡¡Biennnnnnnnn!!
Sabes que no soy creyente, pero me gusta la Navidad. Tú has definido lo que siento perfectamente. Creo en lo que la Navidad significa, por eso apunté como frase del blog en estas fiestas pasadas que "Navidad es lo que quiero que pase el resto del año".
Muchas gracias por tus palabras y reflexiones. Me acompañan, motivan y cobijan.
Bienvenida, amiga.
Nosotros también te echamos mucho de menos.
Muchos muchos besos.

julio-entuinterior dijo...

He tenido el placer de entrar en tu blog a través del enlace que te he creado en el mio :)
Se me pasó crearlo antes, sorry

Un abrazo

Anónimo dijo...

La risa de un niño es radicalmente imbatible

felizahora

Anónimo dijo...

Es alucinante querida mía como puedes narrar situaciones si haber vivido la experiencia de las mismas, da la sensación de que has sido madre mil veces... bonito relato...siempre queda la esperanza...
Bss.M.